Ensayo dramático de Ruth Vilar
Quimera. Revista de Literatura, nº 378, mayo 2015
El LECTOR ocupa un asiento altísimo
–una especie de sillón de orejas con patas semejantes a las de una silla de
juez de tenis– y, sencillamente, lee. No debe interpretar que lee, sino hacerlo
de veras. Cuando alguien lee, convoca a su alrededor una atmósfera distinta, un
silencio y un misterio, eco de cuanto sucede entre el LECTOR y las páginas; esa
aura no se puede remedar.
El LECTOR toma el volumen que corona la
pila de libros que crece a su derecha y que se eleva hasta su propia altura;
luego, concluida su lectura, lo deposita encima de otra pila, gemela de la
primera, que se eleva a su izquierda. Maniobra con delicadeza para no
desbaratar el equilibrio en el que ambas se mantienen.
pila de libros que crece a su derecha y que se eleva hasta su propia altura;
luego, concluida su lectura, lo deposita encima de otra pila, gemela de la
primera, que se eleva a su izquierda. Maniobra con delicadeza para no
desbaratar el equilibrio en el que ambas se mantienen.
Este LECTOR, como cualquier otro, deja
vagar a ratos la mirada por el horizonte para así deleitarse en una idea, en
una imagen, en una palabra; también se ríe, resopla o murmura entre dientes a
media lectura; y asiente entusiasta o niega con vehemencia. Nuestro LECTOR
dialoga –ora calladamente, ora a voz en cuello– con el libro que se trae entre
manos.
vagar a ratos la mirada por el horizonte para así deleitarse en una idea, en
una imagen, en una palabra; también se ríe, resopla o murmura entre dientes a
media lectura; y asiente entusiasta o niega con vehemencia. Nuestro LECTOR
dialoga –ora calladamente, ora a voz en cuello– con el libro que se trae entre
manos.
Entran los CENSORES, uniformados y
simétricos, Dupont y Dupond de la cultura comme il faut. El
CENSOR TEATRAL lleva una gran lupa; el CENSOR LITERARIO, una minúscula libreta.
Cada CENSOR se hace cargo de una columna y procede a inspeccionar los lomos de
los ejemplares apilados, empezando por los de más abajo. Como los dos son
bajitos y cortos de vista, pronto les quedan los títulos demasiado arriba para
distinguirlos. Sacuden la cabeza, reprobadores.
simétricos, Dupont y Dupond de la cultura comme il faut. El
CENSOR TEATRAL lleva una gran lupa; el CENSOR LITERARIO, una minúscula libreta.
Cada CENSOR se hace cargo de una columna y procede a inspeccionar los lomos de
los ejemplares apilados, empezando por los de más abajo. Como los dos son
bajitos y cortos de vista, pronto les quedan los títulos demasiado arriba para
distinguirlos. Sacuden la cabeza, reprobadores.
CENSOR LITERARIO: ¡Qué decadencia!
CENSOR TEATRAL: ¡Qué desvergüenza!
CENSOR L.: ¡Qué ruina de las letras!
CENSOR T.: ¡Qué atropello de las tablas!
CENSOR L. y T.: ¡Está leyendo teatro!
CENSOR L.: Tan inocente que parecía, ahí en lo alto, como
un gorrioncillo…
un gorrioncillo…
CENSOR T.: No hay lector inocente. ¿Qué se le habría
perdido, si no, entre tanta tinta?
perdido, si no, entre tanta tinta?
CENSOR L.: ¡Ya estamos! De ser por ti, ardían todos los
libros.
libros.
CENSOR T.: ¿Qué falta hacen, habiendo escenarios? Quien
quiera historias, que se vaya a buscarlas al teatro.
quiera historias, que se vaya a buscarlas al teatro.
CENSOR L.: Si es que quiere teatro… ¿Y si quiere leer?
CENSOR T.: Si tanto le apetece pasear los ojillos por los
renglones, que lea cosas aptas para ser leídas.
renglones, que lea cosas aptas para ser leídas.
CENSOR L.: Obras literarias. Novela, ensayo, poesía,
cuento, miscelánea, cómic –si no queda más remedio–,…
cuento, miscelánea, cómic –si no queda más remedio–,…
CENSOR T.: O no. O manuales de instrucciones. O
prospectos médicos. O el reverso de las cajas de galletas. Que lea lo que se le
antoje, pero…
prospectos médicos. O el reverso de las cajas de galletas. Que lea lo que se le
antoje, pero…
CENSOR L. y T.: ¡Que no lea teatro!
CENSOR T.: ¡El teatro no se lee!
CENSOR L.: Es que tampoco se entiende… Yo no saco nada en
claro de eso de “Ser o no ser”. ¿Qué significa? ¿Ser qué? ¿Ser quién? ¿Ser
cuándo y dónde? ¿Por qué ser? ¿Por qué no ser? ¿Cómo va uno a escoger si no
sabe de qué le están hablando? Se echa de menos un narrador omnisciente.
Alguien omnisciente siempre lo saca a uno de un apuro.
claro de eso de “Ser o no ser”. ¿Qué significa? ¿Ser qué? ¿Ser quién? ¿Ser
cuándo y dónde? ¿Por qué ser? ¿Por qué no ser? ¿Cómo va uno a escoger si no
sabe de qué le están hablando? Se echa de menos un narrador omnisciente.
Alguien omnisciente siempre lo saca a uno de un apuro.
CENSOR T.: ¡Qué vas a entender tú! El teatro está escrito
para sus iniciados. Es un criptograma, un jeroglífico. Un lectorcillo es
incapaz de descifrarlo. Sólo un hombre de teatro puede convertirlo en materia
viva inteligible.
para sus iniciados. Es un criptograma, un jeroglífico. Un lectorcillo es
incapaz de descifrarlo. Sólo un hombre de teatro puede convertirlo en materia
viva inteligible.
CENSOR L.: Pues éste tiene un aire como de estar entendiéndolo.
Igual no es un lector…
Igual no es un lector…
CENSOR T.: (Al
LECTOR, haciendo altavoz con las manos.) ¿Es usted un hombre de teatro? (El LECTOR, absorto, no lo oye.) ¡Usted,
el del libro, escuche! (El LECTOR permanece
inmutable.) ¡Está en Babia!
LECTOR, haciendo altavoz con las manos.) ¿Es usted un hombre de teatro? (El LECTOR, absorto, no lo oye.) ¡Usted,
el del libro, escuche! (El LECTOR permanece
inmutable.) ¡Está en Babia!
CENSOR L.: (Perspicaz.)
Igual es el mismísimo director del teatro nacional de Babia.
Igual es el mismísimo director del teatro nacional de Babia.
CENSOR T.: Igual de tanto leer, se te han secado los
sesos; o igual tienes el día filantrópico. ¡Me importa un bledo! Ni tú ni un
deus ex máchina lo libraréis del puro que se ha ganado a pulso.
sesos; o igual tienes el día filantrópico. ¡Me importa un bledo! Ni tú ni un
deus ex máchina lo libraréis del puro que se ha ganado a pulso.
CENSOR L.: (Concediendo.)
Las mismas leyes no escritas de la cultura que rigen aquí, bien regirán en
Babia…
Las mismas leyes no escritas de la cultura que rigen aquí, bien regirán en
Babia…
CENSOR T.: El reglamento tácito es universal…
CENSOR L.: …y el desconocimiento no exime de su
cumplimiento.
cumplimiento.
CENSOR L. y T.: ¡Queda categóricamente prohibido leer
teatro!
teatro!
CENSOR L.: La prohibición es tajante…
CENSOR T.: …y su infracción, (Echa un vistazo al LECTOR.) flagrante. (Vuelven a prestar atención a las columnas de libros.) ¿Hasta dónde
has revisado?
has revisado?
CENSOR L.: Hasta el metro ochenta. (El CENSOR T. lo mira con escepticismo burlón.) Yo mido metro
ochenta. ¿Hasta dónde has llegado tú?
ochenta. ¿Hasta dónde has llegado tú?
CENSOR T.: Hasta los dos metros veinte. (El CENSOR T. le devuelve la mirada.) Me
he puesto de puntillas. ¿Todo teatro?
he puesto de puntillas. ¿Todo teatro?
CENSOR L.: Sin excepción, me parece.
CENSOR T.: Como aquí.
CENSOR L.: Este atestado se nos va a comer la jornada
entera. Y a mí me revuelve las tripas copiar semejantes nombres.
entera. Y a mí me revuelve las tripas copiar semejantes nombres.
CENSOR T.: Copiarlos es tarea tuya, lo mío es declamarlos.
¿Listo?
¿Listo?
CENSOR L.: (Lastimero,
empuñando el lápiz.) Se merece un castigo ejemplar.
empuñando el lápiz.) Se merece un castigo ejemplar.
CENSOR T.: (Se
aclara la voz. Se regocija y canturrea:) ¡Le va a caer la pena del talión!
aclara la voz. Se regocija y canturrea:) ¡Le va a caer la pena del talión!
CENSOR L.: Listo.
CENSOR T.: (Dicta
los autores empezando por el extremo inferior de la pila de los ya leídos. Va
ascendiendo.) Esquilo, Sófocles, Eurípides, Aristófanes, Menandro.
los autores empezando por el extremo inferior de la pila de los ya leídos. Va
ascendiendo.) Esquilo, Sófocles, Eurípides, Aristófanes, Menandro.
CENSOR L.: Eso no es teatro. Es cultura clásica. (Apocado.) ¿Tú ves aquí un indicio de
delito?
delito?
CENSOR T.: ¡Teatro, digo! Por más que esté en griego.
Esquilo, Sófocles,…
Esquilo, Sófocles,…
CENSOR L.: (Copia
los nombres.) …Eurípides, Aristófanes, Menandro.
los nombres.) …Eurípides, Aristófanes, Menandro.
CENSOR T.: Plauto, Terencio, Séneca. (Corta de raíz la tímida protesta del CENSOR L.) Por más que esté
en latín.
en latín.
CENSOR L.: ¿Quiénes siguen?
CENSOR T.: Diversos autores, en su mayoría anónimos.
CENSOR L.: Esos mejor no los apunto, que no prueban nada…
La literatura entera tiene diversos autores, renombrados o anónimos.
La literatura entera tiene diversos autores, renombrados o anónimos.
CENSOR T.: Autos sacramentales, misterios y milagros.
CENSOR L.: (Copia
los nombres.) Diversos… anónimos. ¿Quiénes siguen?
los nombres.) Diversos… anónimos. ¿Quiénes siguen?
CENSOR T.: Maquiavelo. Ruzante. Marlowe, Kyd, Shakespeare.
Shakespeare. Shakespeare.
Shakespeare. Shakespeare. (Al CENSOR L.,
que copia al pie de la letra, le cuesta trabajo mantener el ritmo.) Molière,
Racine. Lope de Rueda, Lope de Vega, Tirso de Molina, Calderón de la Barca.
Cervantes.
Shakespeare. Shakespeare.
Shakespeare. Shakespeare. (Al CENSOR L.,
que copia al pie de la letra, le cuesta trabajo mantener el ritmo.) Molière,
Racine. Lope de Rueda, Lope de Vega, Tirso de Molina, Calderón de la Barca.
Cervantes.
CENSOR L.: ¿Cervantes?
CENSOR T.: Cervantes.
CENSOR L.: ¡Protesto!
CENSOR T.: “El cerco de Numancia”, “La gran sultana”, los
entremeses…
entremeses…
CENSOR L.: ¡Cervantes, Cervantes! ¡Calla, por piedad, o ahora
mismo me meso los cabellos!
mismo me meso los cabellos!
CENSOR T.: Déjate de aspavientos. ¿Qué te compunge? En
dramaturgias se metió él solito. Mejor para el teatro.
dramaturgias se metió él solito. Mejor para el teatro.
CENSOR L.: ¡Pero si era escritor!
CENSOR T.: En la cuestión que nos ocupa, dramaturgo.
CENSOR L.: ¡Escritor!
CENSOR T.: ¡Dramaturgo!
El LECTOR chista reclamando silencio.
Ambos CENSORES se moderan, avergonzados. Siguen discutiendo sin levantar la
voz.
Ambos CENSORES se moderan, avergonzados. Siguen discutiendo sin levantar la
voz.
CENSOR L.: Escritor.
CENSOR T.: Dramaturgo. Como Goldoni, Goethe, Schiller,
Lessing.
Lessing.
CENSOR L.: (Insidioso.)
Cuando invocas a Goethe ¿no te estarás refiriendo a su Fausto?
Cuando invocas a Goethe ¿no te estarás refiriendo a su Fausto?
CENSOR T.: Al mismo que viste y calza.
CENSOR L.: ¡Ja! Fausto
NO es teatro. No en esencia. Goethe no escribió la obra para que la
representasen, sino para que la leyeran.
NO es teatro. No en esencia. Goethe no escribió la obra para que la
representasen, sino para que la leyeran.
CENSOR T.: ¡Qué excusa tan manida! Que si closet dramas, que si dramas-de-gabinete,
que si teatro-para-leer… ¡Injertos y adefesios! ¡Pamplinas, digo! Si parece
teatro, con sus personajes, sus escenas, su catarsis y su telón final, ¿qué narices
es? ¿Verde y con asas? (El CENSOR L. rehúsa
responder. El CENSOR T. insiste.) ¿Verde y con asas?
que si teatro-para-leer… ¡Injertos y adefesios! ¡Pamplinas, digo! Si parece
teatro, con sus personajes, sus escenas, su catarsis y su telón final, ¿qué narices
es? ¿Verde y con asas? (El CENSOR L. rehúsa
responder. El CENSOR T. insiste.) ¿Verde y con asas?
CENSOR L.: Alcarraza.
CENSOR T.: Alcarraza. Goethe.
CENSOR L.: Pero la intención del autor…
CENSOR T.: (Acusador.)
¡Tú lo has leído!
¡Tú lo has leído!
CENSOR L.: (Encogiéndose
de hombros, reacio a reconocerlo abiertamente.) Psss. Goethe era un señor
muy serio. Si él declaraba que consideraba literatura su Fausto, su testimonio debería bastarnos.
de hombros, reacio a reconocerlo abiertamente.) Psss. Goethe era un señor
muy serio. Si él declaraba que consideraba literatura su Fausto, su testimonio debería bastarnos.
CENSOR T.: (Escarneciéndolo.)
“Si él lo decía…” ¡Menuda excepción perentoria! No constituye ni un triste vacío
legal. ¿Quién se creía Goethe para decidir que su obra dramática sí podía ser
leída? ¿Qué sabía él de la naturaleza del texto teatral? ¿Qué saben los
autorzuelos de tres al cuarto? ¿Qué saben los lectores testarudos? ¿Qué sabes
tú?
“Si él lo decía…” ¡Menuda excepción perentoria! No constituye ni un triste vacío
legal. ¿Quién se creía Goethe para decidir que su obra dramática sí podía ser
leída? ¿Qué sabía él de la naturaleza del texto teatral? ¿Qué saben los
autorzuelos de tres al cuarto? ¿Qué saben los lectores testarudos? ¿Qué sabes
tú?
CENSOR L.: Poco.
CENSOR T.: Nada.
CENSOR L.: (Contrito.)
Nada. ¿Goethe?
Nada. ¿Goethe?
CENSOR T.: Goethe. Victor Hugo. Büchner. Zorrilla. Pushkin, Gogol. Y álzame,
que ya no llego. (El CENSOR L. se presta
a que el CENSOR T. se le suba a hombros. Se mueven con tanta naturalidad como
les permita su torpeza burocrática, se diría que llevasen media vida haciéndolo
–y aún lo hiciesen mal–. Se aproximan a la columna de libros y prosiguen con su
labor.) Ibsen,
Strindberg. Chéjov. Maeterlink. Wedekind. Wilde. Benavente, Valle-Inclán.
que ya no llego. (El CENSOR L. se presta
a que el CENSOR T. se le suba a hombros. Se mueven con tanta naturalidad como
les permita su torpeza burocrática, se diría que llevasen media vida haciéndolo
–y aún lo hiciesen mal–. Se aproximan a la columna de libros y prosiguen con su
labor.) Ibsen,
Strindberg. Chéjov. Maeterlink. Wedekind. Wilde. Benavente, Valle-Inclán.
CENSOR L.: (Entre
dientes.) Literatura.
dientes.) Literatura.
CENSOR T.: Jarry. (Le
entra un vigoroso ataque de risa.)
entra un vigoroso ataque de risa.)
CENSOR L.: Estate quieto.
Las carcajadas del CENSOR T. menoscaban el
equilibrio del CENSOR L. y lo obligan a desplazarse en espiral por el
escenario. A duras penas esquiva al LECTOR y sus torres de papel. Todo
–CENSORES, LECTOR y libros– amenaza con derrumbarse en un instante.
Inopinadamente, se sostiene.
equilibrio del CENSOR L. y lo obligan a desplazarse en espiral por el
escenario. A duras penas esquiva al LECTOR y sus torres de papel. Todo
–CENSORES, LECTOR y libros– amenaza con derrumbarse en un instante.
Inopinadamente, se sostiene.
CENSOR T.: (El
ataque de risa no ceja.) ¡Mierdra, mierdra y mierdra!
ataque de risa no ceja.) ¡Mierdra, mierdra y mierdra!
CENSOR L.: ¡Eso digo yo! ¡Hasta aquí podíamos llegar! (El CENSOR L. se quita de encima bruscamente
al CENSOR T., que sigue riéndose a pesar del porrazo.) ¿Qué tiene tanta
gracia?
al CENSOR T., que sigue riéndose a pesar del porrazo.) ¿Qué tiene tanta
gracia?
CENSOR T.: Ubú.
CENSOR L.: ¿Quién es ése y por qué yo no lo conozco?
CENSOR T.: Porque vive en el teatro.
CENSOR L.: (Vengativo,
refiriéndose al LECTOR.) Detengámoslo de una vez, ¡no tiene ningún derecho
a leer eso!
refiriéndose al LECTOR.) Detengámoslo de una vez, ¡no tiene ningún derecho
a leer eso!
CENSOR T.: Todavía te falta apuntar a Lorca, Brecht,
Pirandello, Ionesco, Sartre, Genet, Beckett, Camus, Williams, Miller, O’Neill,
Albee…
Pirandello, Ionesco, Sartre, Genet, Beckett, Camus, Williams, Miller, O’Neill,
Albee…
CENSOR L.: (Cada
nuevo dramaturgo se le clava en el cuerpo como un alfiler de vudú.) ¿No acabarás?
nuevo dramaturgo se le clava en el cuerpo como un alfiler de vudú.) ¿No acabarás?
CENSOR T.: Buero Vallejo, Müller, Pinter y Bernhard.
CENSOR L.: (Completa
la lista con cajas destempladas. Le ofrece los hombros al CENSOR T.) Pues
ya estás subiendo y leyéndole sus derechos, que a éste se le ha acabado el libertinaje.
la lista con cajas destempladas. Le ofrece los hombros al CENSOR T.) Pues
ya estás subiendo y leyéndole sus derechos, que a éste se le ha acabado el libertinaje.
CENSOR T.: ¡Todavía no! ¡Le queda más de medio siglo! ¡Teatro
airado, documental, radical! ¡Teatro fragmentado, híbrido, posdramático!
¡Contemporáneos y aun dramaturgas! ¡Agravantes, agravantes, agravantes! Es
mejor que esperemos acechantes hasta que se los haya leído todos. ¡Ya veo la
cadena perpetua cerniéndose sobre su cabeza!
airado, documental, radical! ¡Teatro fragmentado, híbrido, posdramático!
¡Contemporáneos y aun dramaturgas! ¡Agravantes, agravantes, agravantes! Es
mejor que esperemos acechantes hasta que se los haya leído todos. ¡Ya veo la
cadena perpetua cerniéndose sobre su cabeza!
CENSOR L.: ¿Es… mejor?
CENSOR T.: ¡Mejor que mejor!
CENSOR L.: (Señala
la torre de los libros sin leer.) ¿Hasta que no quede ni uno?
la torre de los libros sin leer.) ¿Hasta que no quede ni uno?
CENSOR T.: ¡Un plan perfecto, lo sé! Tú siéntate aquí, en
el peldaño más bajo, que mientras yo te deleito con una selección de piezas
dramáticas. ¡Te vas a enterar de lo que son matices y fuerza expresiva!
Literatura, bah…
el peldaño más bajo, que mientras yo te deleito con una selección de piezas
dramáticas. ¡Te vas a enterar de lo que son matices y fuerza expresiva!
Literatura, bah…
El CENSOR L., dubitativo pero dócil,
obedece. El CENSOR T., tras asegurarse de que su compañero está debidamente
acomodado, prorrumpe en voces apasionadas: interpreta un batiburrillo de La Orestíada, La vida es sueño, Fedra,
Los bandidos, La señorita Julia, Trágico a la fuerza, Martes de Carnaval, Los
días felices, y muchos más.
obedece. El CENSOR T., tras asegurarse de que su compañero está debidamente
acomodado, prorrumpe en voces apasionadas: interpreta un batiburrillo de La Orestíada, La vida es sueño, Fedra,
Los bandidos, La señorita Julia, Trágico a la fuerza, Martes de Carnaval, Los
días felices, y muchos más.
A media fantochada, entran los TRES
DRAMATURGOS JAMÁS REPRESENTADOS. Traen sendos libros. Contemplan con infinita
gratitud al LECTOR y con justificados recelos a los CENSORES. Ni el CENSOR L.,
sentado de espaldas a ellos, ni mucho menos el CENSOR T., embebecido con su
propio histrionismo, se percatan de su presencia. Sin virtuosismo ni melindres,
como si ya lo tuviesen por costumbre, los DRAMATURGOS deslizan sus respectivos
volúmenes bajo la pila pendiente de lectura. Luego se despiden del LECTOR con
alguno de esos gestos sencillos que intercambia la gente que se conoce bien. El
LECTOR alza la vista de la página, corresponde a su saludo y retoma la lectura.
Los DRAMATURGOS salen –ojalá que de vuelta a sus escritorios–. El LECTOR y los
CENSORES continúan con sus quehaceres, quién sabe si eternamente. OSCURO.
DRAMATURGOS JAMÁS REPRESENTADOS. Traen sendos libros. Contemplan con infinita
gratitud al LECTOR y con justificados recelos a los CENSORES. Ni el CENSOR L.,
sentado de espaldas a ellos, ni mucho menos el CENSOR T., embebecido con su
propio histrionismo, se percatan de su presencia. Sin virtuosismo ni melindres,
como si ya lo tuviesen por costumbre, los DRAMATURGOS deslizan sus respectivos
volúmenes bajo la pila pendiente de lectura. Luego se despiden del LECTOR con
alguno de esos gestos sencillos que intercambia la gente que se conoce bien. El
LECTOR alza la vista de la página, corresponde a su saludo y retoma la lectura.
Los DRAMATURGOS salen –ojalá que de vuelta a sus escritorios–. El LECTOR y los
CENSORES continúan con sus quehaceres, quién sabe si eternamente. OSCURO.
NOTA DE LA AUTORA: “Prohibido leer
teatro”, en cuanto pieza dramática, no puede ser leída. A los infractores se les
impondrán sanciones severas. Por otra parte, las exigencias materiales que la
obra plantea –abundantes libros apilados en dos columnas que deberán mantenerse
en equilibrio mientras: a) los CENSORES en torre humana se pasean alrededor de
la una, y b) los DRAMATURGOS, gente tradicionalmente inepta para los
malabarismos, introducen sus volúmenes al pie de la otra– desaconsejan su
puesta en escena. Así pues, “Prohibido leer teatro” es un texto teatral que
simple y llanamente no existe.
teatro”, en cuanto pieza dramática, no puede ser leída. A los infractores se les
impondrán sanciones severas. Por otra parte, las exigencias materiales que la
obra plantea –abundantes libros apilados en dos columnas que deberán mantenerse
en equilibrio mientras: a) los CENSORES en torre humana se pasean alrededor de
la una, y b) los DRAMATURGOS, gente tradicionalmente inepta para los
malabarismos, introducen sus volúmenes al pie de la otra– desaconsejan su
puesta en escena. Así pues, “Prohibido leer teatro” es un texto teatral que
simple y llanamente no existe.
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