De la serie Objetos punzantes
Piezas breves de Ruth Vilar
Un HOMBRE y una MUJER se aburren, cada
uno en un extremo del dibujo desgastado de un infernáculo, truque o rayuela.
Ambos tienen una edad indeterminada; sea cual sea, rondan como poco la mitad de
sus vidas.
HOMBRE: Tú y yo no somos unos niños, ¿verdad que no?
MUJER: Ya no.
HOMBRE: Pero nos comportamos como niños.
MUJER: Y nos creemos niños.
HOMBRE: Y sentimos la misma furia abrasadora que de
niños.
niños.
MUJER: Y el mismo pavor irracional.
HOMBRE: ¿Tú puedes evitarlo?
MUJER: No. ¿Y tú?
HOMBRE: Yo sigo detestando los cardos y los deberes.
MUJER: A mí aún me encantan el arroz con leche y saltar
al mar desde el espigón. ¿Será que no hemos crecido todavía?
al mar desde el espigón. ¿Será que no hemos crecido todavía?
HOMBRE: ¿A ti qué te parece?
MUJER: ¿Y por qué nos habremos quedado chicos?
HOMBRE: Por su culpa.
MUJER: ¿De quién? (Pausa.
Ella comprende.) ¿De los padres?
Ella comprende.) ¿De los padres?
HOMBRE: ¿De quién, si no?
MUJER: Pero ¿cómo lo hicieron?
HOMBRE: Nos repitieron machaconamente lo pequeños que
éramos.
éramos.
MUJER: ¿Cuándo? No me acuerdo.
HOMBRE: Cuando éramos pequeños.
MUJER: Entonces no mentían.
HOMBRE: Fuese verdad o no, ¿por qué insistían tanto? ¿Con
qué oscura intención?
qué oscura intención?
MUJER: Anda, pues no lo sé. ¿Lo sabes tú?
HOMBRE: Tampoco, pero tengo un plan para saberlo algún
día.
día.
MUJER: ¿Cuándo?
HOMBRE: Más adelante, cuando los padres estén muertos.
Los desenterraré una noche de luna nueva, les sacaré las tripas y las lanzaré
al viento para que se me aparezcan sus espíritus. Entonces les preguntaré:
“¿Qué ganabais convenciéndonos de nuestra pequeñez?”. Y no les permitiré
desvanecerse hasta que me respondan.
Los desenterraré una noche de luna nueva, les sacaré las tripas y las lanzaré
al viento para que se me aparezcan sus espíritus. Entonces les preguntaré:
“¿Qué ganabais convenciéndonos de nuestra pequeñez?”. Y no les permitiré
desvanecerse hasta que me respondan.
MUJER: También puedes ir y preguntárselo ahora que
todavía viven.
todavía viven.
HOMBRE: ¡De ninguna manera! ¡Eso no! ¡Cállate! ¡Te odio!
MUJER: Pues no vayas, ¡no te pongas así! Yo lo decía
porque igual sabiéndolo crecíamos.
porque igual sabiéndolo crecíamos.
HOMBRE: ¡Qué lista eres! Vete tú a preguntárselo.
MUJER: No. A mí me da miedo que se enfaden y me riñan.
HOMBRE: Toma, y a mí.
MUJER: Pues nada.
HOMBRE: Pues nada.
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